El proyecto arquitectónico ubicado en un bosque de algarrobo en Quito, fue concebido con el propósito de respetar e integrarse armónicamente con su entorno natural. Se realizó un minucioso levantamiento arbóreo para preservar la mayor cantidad de árboles autóctonos, especialmente aquellos de copas grandes, que caracterizan el paisaje de la zona. Al definir la distribución de los espacios, se priorizaron las visuales más atractivas, colocando amplios ventanales que permiten a los residentes sentirse inmersos en la naturaleza, borrando los límites entre el interior y el exterior. Un ejemplo destacado de esta integración es la escalera helicoidal, que fue diseñada alrededor de un árbol existente, convirtiéndolo en el eje central de la circulación vertical. Las fachadas del proyecto cuentan con varias inclinaciones, evocando la irregularidad orgánica de las formas naturales de los árboles, logrando una conexión visual y conceptual con el bosque que lo rodea. En cuanto a los materiales, se optó por una paleta moderna que, además de aportar un estilo contemporáneo, ofrece una tonalidad oscura que permite que la casa se disimule y se funda con el entorno natural, respetando el carácter silvestre del paisaje.